Noticias
Un minuto y cuarenta y siete segundos
Alberto Sarlo, Cuenteros, verseros y poetas
Fecha de Publicación: 06.08.2021
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Un minuto y cuarenta y siete segundos
Alberto Sarlo, Cuenteros, verseros y poetas
Fecha de Publicación: 06.08.2021
No suelo escribir sobre cuestiones personales, pero lo que me pasó hoy quisiera compartirlo con la gente que nos sigue en el face. No se asusten, es una buena vibra dentro de la tristeza que nos embarga. Fue un llamado telefónico que recibí hoy a las 8.17 A.M., a segundos de haber dejado a mis hijas en la escuela.
«¡Qué hacé Sarlo! ¿No te mató la gorra todavía?».
La pantalla de mi teléfono celular reflejaba la palabra «Privado». Listo, otra amenaza más. Otro loco de mierda que consiguió mi teléfono y quiere apretarme. Me tienen harto. No debería haberlo atendido, pero muchos pibes me llaman de distintas cárceles y figura privado, así que como un boludo sigo atendiendo ese tipo de llamadas.
«Perdón ¿Quién habla?»
«Uhhh, perdoná, tendría que haber empezado por ahí, Sarlo. Soy el Gordo. El Gordo Daniel amigo. Te acordás. El Dani de San Martín, Sarlo».
«Daniel, perdoname, pero tuve por lo menos siete u ocho Gordos Daniel en el pabellón. Me estás matando amigo. Imposible que me acuerde.»
«Ja, ja, tenés razón. Yo estuve en el 4 en la época del Angel y del Kongo. Era un vago terrible Sarlo. Me vivías cagando a pedos. Estuve entre los que te recibimos en el 2010, Sarlo. ¿Te acordás?»
Me acordé. Ahora si me acordé y el recuerdo disipó mi tensión.
«¡Gordo querido! ¿Cómo estás amigo? Te perdí de vista en el 2014 o por ahí no?»
«No Sarlo, yo me fui de la 23 en el 2012 amigo. Salí a la calle a fin de año, casi. Estuve 2 años y medio en el yompa con vos amigo. Te sigo desde siempre en faisbuc. Por eso te llamo Sarlo. Nunca me animé a llamarte pero el Pela me pasó tu teléfono. Te llamo para contarte que me rescaté amigo. Trabajo en el Mercado Central, ¿Sabés? Y necesitaba llamarte por lo que leo en el faisbuc, Sarlo, por la guerra que te está haciendo la policía. No les des cabida. Yo me rescaté por vos amigo.
Somos una banda los que te queremos ¿Sabés? Somos una banda los que no choreamos más por vos amigo. Sabelo, te lo digo por la tumbeada que te está armando la gorra…. Vos sabelo. Sos mi amigo…Yo solo te llamo… yo quería decirte….te llamé….»
Se le quebró la voz al Gordo. Empezó a llorar. A mi se me había quebrado antes.
«…..»
«…tengo tres nenas Sarlo. Ceno todos los días con ellas y con mi mujer….sabes…. sabés lo lindo que es eso….ir a la plaza a tomar mates con ellas….sabés lo lindo que es eso…»
Se le quebró nuevamente la voz al Gordo. Podía sentir la humedad de sus lágrimas desde el audífono de mi celular. Si hablo voy a ponerme a llorar como un bebé, pensé.
«….»
«…..»
«Eso amigo…, eso sólo. Perdoname que te haya molestado…»
Por tercera vez se quebró. Yo seguía sin querer hablar para no demostrar que estaba roto, muy roto. Hermosamente roto.
«…Sarlo ¿Estas ahí?»
Tragué saliva, carraspeé cerré los ojos para concentrarme y hablé:
«Si, si, es la señal…Sigo…sigo acá Gordo»
«Eso Sarlo. No te molesto más amigo. Quería decirte que te quiero mucho ¿Sabés amigo? Te quiero mucho…»
«….»
«Chau, Sarlo. A seguir resistiendo amigo, como nos decías en el yompa. Como nos enseñaste. Chau amigo»
Tenía que despedirme pero no podía hablar. Quería decirle al Gordo Daniel que me había alegrado el día. Que me había alegrado el mes. Quería decirle al Gordo que la derrota no es derrota cuando los derrotados del sistema te siguen queriendo. Quería decirle al gordo Daniel que es hermoso que te llamen un viernes a las 8.17 A.M., desde el Mercado Central para decirte que te quieren. Todo eso y mucho más quería decirle al Gordo Daniel. Volví a carraspear, volví a cerrar los ojos para no quebrarme, me armé de valor y me salió esto:
«Nada que agradecer, boludo. Gracias de corazón amigo», y cortamos.
Al cortar advertí que la charla duró apenas un minuto y cuarenta y siete segundos. Duró eso por mi culpa. Si. Soy un pelotudo.
Me hubiese encantado haber alargado ese momento, pero me cuesta mucho, muchísimo, manejarme en este tipo de situaciones. Me cuesta porque soy muy, muy, pero muy pelotudo. Soy un reverendo pelotudo y no tengo excusas. Soy un pelotudo marca cañón por no haberme relajado y dejar que la alegría de su llamado me permitiera ser más sincero.
Fui un pelotudo olímpico por la sencilla razón de que no te dije las palabras mágicas, Gordo querido. No te dije que yo también te quiero amigo.
Alberto Sarlo
Fundador de la Editorial Cuenteros, verseros y poetas.